viernes, 13 de septiembre de 2013

El primer viajero que llega al espacio interestelar

El primer explorador espacial que ha recorrido el sistema solar hasta sus límites, es un prodigio de la tecnología de los años 70. Sin embargo, los avances en este campo han sido tantos y tan rápidos, que cualquier smartphone actual tiene del orden de 2.100 veces más potencia y capacidad de proceso, que todos los chips y procesadores de la Voyager 1 juntos.

La sonda de la NASA, de 722 kilos de peso, fue lanzada el 5 de septiembre de 1977, desde Cabo Cañaveral, Florida. En estos días que se celebra el aniversario de su despegue, ha alcanzado el espacio interestelar, una 'zona de nadie' que separa el sistema solar del resto de la galaxia. El viaje, ya dura un total de 36 años por el espacio exterior, y ha colocado a la pequeña nave a una distancia de 18.000 millones de kilómetros de la Tierra.

No obstante, la situación exacta de la sonda sigue siendo objeto de discusión en la comunidad científica. Los astrónomos no se ponen de acuerdo sobre si la Voyager ya se había adentrado en el espacio interestelar o, por el contrario, se encuentra dentro de la heliosfera, la burbuja de partículas cargadas que emite el Sol hasta los límites de la frontera del sistema solar.

Pisándole los talones, si eso es posible en el espacio, viaja la Voyager 2, que curiosamente fue lanzada 16 días antes del mismo año 1977, pero cuyo viaje ha sido más largo, ya que también ha visitado Urano y Neptuno. Entre las dos han visitado Júpiter, Saturno y sus lunas, Urano y Neptuno. La Voyager 2 nunca adelantará a Voyager 1, como tampoco lo conseguirá la más reciente New Horizons, a pesar de que fue lanzada a una velocidad superior que las dos Voyager, ya que la velocidad de la V1 fue incrementada gracias a una serie de tirones gravitacionales asistidos. La actual velocidad de New Horizons es mayor que la del Voyager 1 pero cuando llegue a la heliosfera, su velocidad será de 13 km/s a diferencia de la del Voyager 1 que navega a 17 km/s.

El viaje de la V1 no ha estado exento de imprevistos y desajustes, como el que ha dejado fuera de juego el instrumento que mide la densidad, la temperatura y la velocidad del plasma. Estos sensores dejaron de funcionar en 1980, como consecuencia de su paso por Neptuno donde la nave probablemente colisionó con algún minúsculo objeto. Por este motivo, cuando la Voyager 1 detectó la presión del espacio interestelar en la heliosfera en 2004, los científicos no tenían el instrumento que proporcionara mediciones directas de plasma.

La misión conjunta de las dos Voyager tiene un presupuesto anual de cinco millones de dólares (3,75 millones de euros), lo que supone para la NASA una misión de bajo coste, y por lo tanto muy rentable a todos los niveles. Los datos que han ido transmitiendo todos estos años, han cambiado la visión que tenemos de los planetas exteriores del sistema solar y han sido determinantes para preparar todas las misiones que se han enviado posteriormente.

Ahora se encuentra a unas 125 unidades astronómicas de la Tierra (o 125 veces la distancia de la Tierra al Sol) y es, de todas las naves que se han lanzado al espacio, la que ha llegado más lejos. Lleva a bordo un disco de oro con un mensaje para civilizaciones extraterrestres. El disco contiene imágenes y sonidos que explican de dónde procede y cómo es la vida en la Tierra. Pero a su velocidad actual, de 1,44 millones de kilómetros al día, tardaría unos 70.000 años en llegar al sistema planetario más próximo

La NASA sigue analizando el envío de información que todavía llega desde la nave, aunque cada vez con mayor debilidad a causa de que los sensores fallan alternativamente, y su baterías empiezan a llegar al final de su vida útil. Según los cálculos de los ingenieros, a la Voyager 1 le queda energía para seguir aportando datos a la Tierra hasta el año 2025. Las dos sondas Voyager han superado ampliamente el tiempo operativo estimado en sus programas de actividad, pero la NASA quiere aprovechar hasta el final los valiosos datos que aún aportan. Cada sonda obtiene su energía eléctrica de tres generadores termoeléctricos de radioisótopos de los cuales se espera que estén generando suficiente energía para que las sondas estén en comunicación al menos durante unos diez años más.

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