martes, 29 de julio de 2025

Carlos Santana invoca Paz y Armonía en las Noches del Botánico auspiciando el espíritu eterno de Woodstock

Uno de los momentos más jaleados llegó con ‘Everybody’s Everything’, cuando el bajista Benny Rietveld se destapó con un solo a las cuatro cuerdas respaldado por la batería de Cindy Blackman.

Cuando la espiritualidad se mezcla con el virtuosismo, el resultado puede rozar lo místico. Así fue la noche del 29 de julio de 2025 que protagonizó Carlos Santana en el ciclo Noches del Botánico de Madrid, donde el virtuoso instrumentista mexicano demostró por qué su guitarra sigue hablando idiomas que trascienden el tiempo, la edad y las fronteras. Con 78 años recién cumplidos (20 julio), apareció sobre el escenario como un chamán moderno, enfundado en cuero, su clásico sombrero, camisa negra con estampados psicodélicos y la calma solemne de quien lleva más de medio siglo canalizando energía a través de las seis cuerdas.

Antes de que él pisara el escenario, ya se intuía que el ritual daba comienzo: una batucada africana, acompañada de proyecciones de danzas tribales, marcaba el pulso ancestral del que nacería un concierto que fue, por momentos, una invocación a los dioses del ritmo. A las 21:30 en punto, Santana rompió el estruendo de la percusión con los primeros acordes, desatando una avalancha sonora que no dio tregua hasta casi alcanzar el meridiano del concierto.

Abrió fuego con una tríada de culto: ‘Soul sacrifice’, ‘Jingo’ y ‘Evil ways’, piezas que exorcizan directamente su participación en el legendario festival de Woodstock. Psicodelia, percusión arrolladora y un dominio escénico que parecía hablar de otro tiempo, pero también de un presente en plena forma pese a pasar buena parte del concierto sentado. El viaje musical continuó con clásicos como ‘Gypsy queen’, ‘Oye como va’ y ‘Maria Maria’, mientras el músico de Jalisco y Tijuana deja casi todo el protagonismo a sus vocalistas, Andy Vargas y Ray Greene que ejercen, como suele ser habitual, de maestros de ceremonias. Él, parco en palabras pero elocuente con su guitarra, se mantuvo discreto como eje gravitacional del espectáculo.

Uno de los momentos más jaleados y brillantes de la noche llegó con ‘Everybody’s everything’, cuando el veterano bajista Benny Rietveld se destapó con un solo explosivo a las cuatro cuerdas, respaldado magistralmente por la batería de Cindy Blackman —esposa de Santana—, que incluyó en su despliegue rítmico un breve fragmento como homenaje al recientemente fallecido cantante de Black Sabbath, Ozzy Osbourne. Una joya dentro del repertorio que dejó patente que en los conciertos de Santana siempre hay ocasión para que los miembros de la banda puedan lucir su virtuosismo.

La primera intervención de palabra del genial guitarrista fue para hacerse eco de que su tema ‘Me retiro’ con el grupo La Frontera había alcanzado el número 1 en México tras lo cual la banda procedió a interpretarla. El recuerdo sentido también tuvo su momento: entre ‘Samba pa ti’ y ‘She’s not there’, Santana evocó al maestro Paco de Lucía. “Paco me llama, pero aún no estoy preparado”, confesó con humildad –no hay que obviar que en abril de 2025 fue ingresado en el hospital de San Antonio por una deshidratación-. La fusión instrumental de temas como ‘Hope You’re Feeling Better’ y ‘Yaleo’ volvió a inundar el recinto botánico con una contundencia rítmica sin parangón.

Fiel a su ideología en defensa de la paz y la armonía, Santana también tuvo tiempo para pronunciarse sobre la actualidad mundial, con un breve pero directo mensaje contra la violencia de Rusia y Corea del Norte en los lindes del continente europeo. Acto seguido la imagen de una paloma blanca era proyectada sobre las pantallas mientras el segundo guitarrista Tommy Anthony ponía voz a ‘Put Your Lights On’. Tal vez hubiera sido procedente rescatar el legendario tema ‘Europa (Earth’s Cry, Heaven’s Smile)’, que no apareció en un repertorio algo predecible para quienes conocen al dedillo la Oneness Tour. Con las entradas agotadas desde hacía semanas y más de dos décadas sin tocar en suelo español, quizá habría sido el momento perfecto para recuperar esa joya instrumental y añadir una dosis extra de magia.

“Paco me llama, pero aún no estoy preparado” dijo Santana, que se mostró en plena forma pese a haber pasado por el hospital el pasado mes de abril en San Antonio a causa de una deshidratación. 

El tramo final del concierto fue un clímax inevitable: el público en pie con ‘Corazón espinado’, seguido de unos bises casi inmediatos con ‘Toussaint l’ouverture’, donde Cindy Blackman volvió a lucirse con un solo electrizante de batería que recordó su época en solitario y junto a la banda de Lenny Kravitz.

Con la presentación uno por uno de los músicos que le acompañan, Santana cerró la velada con la misma cadencia con la que la comenzó. Sin estridencias, sin fuegos artificiales. El cierre, como no podía ser de otra manera, llegó con ‘Smooth’, ese himno casi generacional que Andy Vargas defendió a su estilo, muy distante del aplicado por Rob Thomas en su versión de estudio. Con un hasta pronto se despidió para dejar el escenario con cierta premura tras una hora y 45 minutos de interpretación prácticamente ininterrumpida.

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